Fue a la moda, luego fue a la moda de no ir a la moda, luego se vistió sólo con las mejores camisas de fuerza de diseño italiano cuando los patrones dictados por la televisión dejaron de tener capacidad para marcar lo que estaba bien y lo que no.

Pero el se sentía bien, arropado por sus propios brazos en un gesto eterno de amor a sí mismo, porque nunca había conseguido quererse tal cual era y aquella "moda" le ordeno hacerlo. Y entre paredes acolchadas al fin encontró la autoaceptación y la autoestima que había buscado, con la soportable desventaja de la terapia de shock, que era como comprarse una silla eléctrica a plazos, de los baños fríos, de los celadores calientes, todo era aceptable con tal de tenerse a uno bien agarrado y tener a otro que te dijera que hacer.